ENEMIGOS AL ACECHO
- Lilia González Sanchez
- 1 mar 2016
- 3 Min. de lectura
Muchas veces, o por lo general la gran mayoría de la veces que pensamos en posibles enemigos, en nuestra mente se suceden nombres, imágenes... Sin embargo para muchos existen otros tipos de enemigos acechándolos en las diferentes esquinas de las ciudades...
Son enemigos ocultos, sin rostro, incorpóreos, sin piel, ni nacionalidad. Enemigos que no matan por el poder o la ambición desmedida, no roban, ni estafan… Están allí agazapados, a la espera del momento propicio para abalanzarse sobre su víctima. Generalmente se ceban en aquellas personas desvalidas, protagonistas de historias anónimas que podrían erigirse en protagonistas de una novela negra o en un thriller.
Seres humanos que han sido despojado de sus derechos fundamentales y que recorren las ciudades, los pueblos arrastrando tras de sí una especie de maldición que los persogue y amenaza con devorarlos.
Muchas personas los ignoran, desvían la mirada, huyen de asumir su realidad… Otros huyen de ellos como si se tratara de leprosos o portadores de alguna enfermedad contagiosa. Los gobiernos se tornan verdugos de ellos porque a pesar de ser “responsables” de su situación, los destierran ignorándolos deliberadamente.
Seguramente ya sabrán a quienes me refiero. Les llaman indigentes, vagabundos, menesterosos, pordioseros… Son personas de carne y hueso que en algún momento de su vida han tenido metas, sueños por cumplir, familia, trabajo: “VIDA” y que por diferentes causas ajenas a su voluntad se han visto arrollados por la vorágine de la vida que los ha engullido, destrozando sus existencias. Estas personas viven amenazadas cada día por adversarios con quienes batallan fieramente cada día… El frio extremo del invierno o el calor del verano puede acabar con sus frágiles vidas en un solo instante, pero hay más… ¡Mucho más! El hambre, manifiesto en el ronco concierto de sus tripas, las enfermedades, el infortunio de no poseer un techo… Hurgan, comen donde pueden, sufren de sed, bebiendo muchas veces agua no potables… Más triste aun es su letargo, su falta de afectos, la inexistente empatía, la insolidaridad, el mutismo de seres humanos iguales a ellos que los miran como si fueran apestados.
Son personas con corazón, con sentimientos y con suelos rotos que se enfrentan a diario a un destino hostil que seguramente no han buscado.
Somos testigos de las muertes injustas de estas personas cuando son portadas en los titulares de los periódicos o de los noticieros de televisión. Lo peor es que entonces son utilizados para atraer audiencia y no por subsanar o colaborar para acabar con esta situación.
Niños, jóvenes, ancianos… este infortunio no tiene edad, ni raza, ni color, ni sexo, afecta a cualquier persona, solo le basta que la vida se haya encargado de castigarla de alguna forma fortuita. Desarraigo, desahucio, desempleo, pobreza, miseria… Deberíamos sentirnos no solamente afectados ante estos casos, sino que deberíamos avergonzarnos por no hacer absolutamente nada por corregirlo. Si los gobiernos, que son responsables de velar por el bienestar de TODOS los ciudadanos y de preservar los derechos fundamentales de VIVIENDA, SALUD, EDUCACION, TRABAJO Y SALARIO DIGNO, no lo hacen, entonces es cuando los ciudadanos debemos deponer el egoísmo o el “no nos metamos” para asumir que la vida va y viene… Que nunca sabemos a ciencia cierta que puede depararnos el destino. Deberíamos aprender a ser “personas” y a prestar auxilio al necesitado en la medida de nuestras necesidades.
Pocas son las personas que practican la filantropía, cuando debería expandirse por toda la faz de la tierra como si de una epidemia se tratase. Así evitaríamos la muerte de personas desvalidas, que deambulan por el mundo a merced de enemigos tan tenaces e intransigentes que esperan agazapados como depredadores, ensañándose con sus víctimas como fieras salvajes carroñeras.
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