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Don Rómulo Trabajo y Doña Teresita Dinero desde hacía muchos años habitaban en un país llamado Globalización. Era una tierra que aparecía prometedora y atractiva, con un sistema financiero único y promisorio. A partir de su boda, su hogar se estableció en un agradable y apacible barrio, rodeados del verde mayestático que ofrendaban los árboles, los cuales engalanaban las aceras junto al tapiz aterciopelado de la fresca hierba. Generosos jardines ostentaban orgullosos la espectacular arquitectura de las magníficas casas que se alineaban a lo largo de toda la calle. Allí gozaban de todo a cuanto podían aspirar. El aire fresco y puro de la mañana junto al entorno de natural belleza, hacía soñar con el paraíso. Era tiempo de bonanza y plenitud. La joven pareja vio así realizadas sus metas. Vivían tranquilos de los beneficios que les ofrecía la fructífera cosecha de sus fondos de inversión.

Con el paso de los años nacieron los dos únicos hijos de la pareja, quienes con sus cantarinas risas editaron su peculiar música en el hogar. Eran simpáticos y dicharacheros, sus contagiosas carcajadas tiñeron de algarabía el seno de la familia. De mayores Bienestar y Prosperidad se hicieron agentes inmobiliarios, un negocio floreciente y próspero. Recorrían las casas de sus vecinos, amigos y familia incansablemente, llevando consigo la magia de Don Préstamo y Doña Hipoteca.

Cuando todo parecía perfecto, el brote de una grave enfermedad comenzó a extenderse entre los lugareños. Sin darse cuenta un día todos se habían convertido en enfermos crónicos de la gran epidemia de Consumismo que frenéticamente iba reclutando victimas sin tregua. A consecuencia de ello un gravísimo virus llamado Ruina hizo también su aparición logrando arrasar damnificados incautos que caían como moscas. 

Fue entonces cuando una nueva familia se estableció en la vecindad, era una pareja que a pesar de ser todavía jóvenes habían adquirido el aspecto desgastado y opaco del ocaso de la vida. Él se llamaba Dionisio Paro y ella María Crisis, habían engendrado varios hijos en los diferentes países que habían visitado y a todos los habían bautizado con el mismo nombre “Deudas”, para diferenciarlos les habían puesto un nombre compuesto de ahí que uno se llamaba Deuda Hipotecaria, otro Deuda Financiera, otro Deuda Consumidor… ¡En fin que estaban en franca bancarrota solo por el hecho más natural del mundo como el de procrear!. Pero esto lejos de palidecer su felicidad enaltecía el orgullo de su linaje. Don Paro arropado por su fiel esposa Crisis había doblado la espalda sin poder encontrar solución alguna para tan caótica situación. Por lo que en los últimos años había alimentado la curva de la felicidad hinchándose de paladear su incipiente triunfo. Ganaba y ganaba adeptos por donde transitara, envolviéndolos en su pegajosa telaraña. Apenas arribaban a un lugar sentían la mirada recelosa de sus nuevos vecinos. Sabían que despectivamente los llamaban “forasteros” o “inmigrantes”, pero nada solía doblegarlos. Ignoraban deliberadamente la discriminación de la que eran objeto y seguían adelante con su peculiar “empresa” en permanente auge.

Mientras tanto Rómulo Trabajo y Teresita Dinero luchan a brazo partido por vencer el sismo que asolaba implacablemente su patria, sus raíces. El grado de intensidad iba en aumento a medida que avanzaban los meses. Por las incipientes heridas aparecían nuevas grietas inundadas de ríos incontenibles de parados. La llegada de los nuevos forasteros al barrio enturbio más aun las ya oscurecidas aguas de la convivencia. Dentro de la confusión general y la desesperanza, hizo su aparición un posible antídoto, el cual sería capaz de vencer la creciente epidemia viral que dominaba la población y amenazaba en convertirse en letal.

La composición química era muy meticulosa, la formula consistía fundamentalmente en una gran inyección de liquidez, la cual debía ser vertida proporcionalmente en pequeñas dosis para diferentes sectores. Un perfecto equilibrio y equidad, dosificado y tenaz durante un periodo de cuarentena inminentemente largo, seguramente acabaría logrando la inmunidad y exterminio de la enfermedad.
Al principio nada lograba alentar las narcotizadas y agonizantes esperanzas de los habitantes. Sin embargo fue de a pequeños pasos, débiles y temblorosos que comenzaron a sentir la suave calidez de los nacientes rayos solares que irradiaban la estancada economía mundial. 

En el horizonte parecía vislumbrarse un nuevo amanecer y una fuerte ráfaga de aire renovado que sopló tozudamente hasta aclarar completamente los empañados cristales de la economía. Una vez más los forasteros comenzaban a acusar sobre sus hombros el peso de la adversidad que los desplazaba hacia nuevos confines.
Una clara mañana de esperanzadora primavera se estableció en la zona la familia Solidaridad, y unos días más tarde lo hicieron Paz y Amor. Sus casas eran las más luminosas y resplandecientes del barrio. 

   -Cariño… ¿Qué sucede? ¿No sientes que el crespón negro de nuestro blasón se va desvaneciendo?. 
   -No he querido preocuparte… pero he visto como hemos ido perdiendo adeptos… ¡eso no me gusta nada!.
   -¡Mira los titulares de los diarios de hoy…! El porcentaje de parados ha disminuido! ¡No es posible! ¿Cómo han logrado arruinarnos?
  -¡Serénate cariño!, recuerda tu tensión…
  -¿Acaso no te das cuenta que nuestros hijos están siendo atacados duramente? ¿Qué será de ellos?...
  -Lo sé cariño y no quisiera tener que decirlo… pero creo que sería conveniente que nos marcháramos en busca de un nuevo rumbo.
Una nueva y contagiosa corriente cristalina anegó las calles de un renovado espíritu caritativo, humanitario y benefactor que desterró el suplicio de los pesares soportados durante meses.
Tal luminosidad trajo como consecuencia que Don Dionisio Paro y Doña María Crisis hicieran apresuradamente sus maletas llevando consigo los restos de sus aniquilados hijos en busca de un nuevo escenario donde batallar y engordar las arcas de su prolífera familia.

En un rincón de América tenían un hijo llamado Deuda Externa quien reclamaba nuevamente sus servicios, y hacia allá emigraron felices. Este retoño transformado en Amo y Señor en tierras lejanas y aun emergentes, constituía un inminente augurio inequívoco donde la familia Paro Crisis lograría ampliar sus divisas.

Don Rómulo Trabajo y Doña Teresita Dinero habían logrado ganar la difícil batalla de una economía sumergida y encaminar un nuevo sistema financiero mas paternalista y benévolo para con los más necesitados.

 

 

En algún lugar en el mundo
                         PRIMER PREMIO CONCURSO "GALAS DE TALENTOS"
                                   FUNDACIÓN ONCE - FUNDOSA                                                                                   MADRID  (2008)
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