top of page

 

Carmen caminaba pesadamente por las estrechas calles del pueblo, faltaba pocos días para que el otoño anunciara su llegada vistiendo los paseos de marrón y oro. Por esos días los Santos Patronos, la Virgen de la Salud y el Cristo del Buen Suceso celebraban su fiesta mayor. En los corazones reinaba el mágico sortilegio de estas fechas tan tradicionales. Desde algunos días antes comenzaban los preparativos  de las diferentes celebraciones. Pero este año las procesiones, las verbenas, la música…  todas las celebraciones se verían opacadas por el fantasma de la guerra. Sin embargo el principal acto religioso, la Gran Salve cantada con coro y orquesta del día 7 de setiembre estaría allí al igual que cada año como una bendición.

Su avanzado estado de gestación no le impedía participar en los preparativos, ni tampoco desatender sus labores domesticas. Unos casi imperceptibles dolores comenzaron a molestarla en el bajo vientre, detuvo su paso durante unos segundos apoyándose contra la pared de un edificio. Respiró hondo y poso su mano en el vientre, una tibia sonrisa asomo a sus labios. Allí estaba su inquieto hijo moviéndose, desde el cuarto mes de embarazo no paraba de hacerlo. Ella imaginaba que serían patadas o que quizás jugaría con el cordón umbilical. Pedro, -su marido-   mucho más serio solía regañarla “Anda mujer mira si el crio va jugar en tu barriga, ¡mujeres!”.

 Por las noches al acostarse ya exhausta no podía conciliar el sueño hasta no sentir que su bebe comenzara a moverse. Con el transcurso del embarazo aprendió a comunicarse con él, esperaba que su marido se durmiera y ella le hablaba en secreto. Habían establecido un estrecho vínculo que seguramente los uniría para siempre. A veces soñaba despierta pensando cómo sería, a quien se parecería y que le gustaría ser cuando fuera grande. Ya sabía que era adelantarse al tiempo, pero le causaba placer mantener estas secretas conversaciones con su hijo.

Carmen prosiguió su camino y una vez más el dolor la sorprendió haciéndola envarar en plena calle. Aun faltaban dos días para la fecha estimada del parto, pero ya le había advertido la comadrona que pudiera adelantarse. Decidió entonces regresar a su casa. Una vez allí se sintió más segura, los dolores acudían cada vez más frecuentemente  y sentía sus  pulsaciones aceleradas. Era evidente que el momento más esperado estaba próximo a llegar. Se tendió lentamente en la cama a la espera de calmarse y esperar a Pedro que llegaría de un momento a otro.

          -“Mamá… ha llegado el momento. Ya estoy en posición y estoy haciendo presión, pero… ¡está todo muy oscuro aquí dentro!. No sé cómo se hace, este canal  es muy estrecho para mi… ¿podrías ayudarme tu, por favor?. Es que… No quiero hacerte daño madre, aun no te conozco pero ya te amo mucho. Tu voz es tan dulce, y cuando yo te pateo siento la suavidad de tus caricias a través de tu piel, sé que es tu infinita  ternura madre. He aprendido a conocerte y sé que eres muy sensible y frágil en apariencia, pero al mismo tiempo fuerte como una roca. Ese señor de voz tan recia y mandona seguramente es papá ¿verdad?. Esta siempre regañando, pero a mí no me engaña tiene un corazón muy blando tras su apariencia ruda. De otra forma no podría entender que tu lo quieras tanto madre…. Sabes es solo cuestión de horas, muy pronto estaré en tus brazos, ansío verte mamá… ¡Ay, como duele esto! No puedo empujar solito… ¡Necesito ayuda!¿No hay otra forma de salir de acá?. Prepárate madrecita que allá voy de nuevo al ataque… 1,2, 3…”

          -¡Ayyyyyyyyy! ¡Qué dolor Virgen de la Salud! –la mujer se retorcía de dolor y de su frente caían pequeñas gotas de traspiración.

          -¿Carmen?... ¿Dónde estás chiquilla?

          -Aquí madre, venga… necesito su ayuda creo que ha llegado el momento… voy a parir…

          -¡Virgen Santísima!

Con la bendición de los Santos patronos el día 7 de setiembre de 1937 el niño llegó al mundo para alegría de Carmen y Pedro. Su carita sonrosada, la pelusilla negra de su cabecita y sus grandes ojos negros hacían el deleite de toda la familia. Una nueva vida había comenzado. Era un niño muy buenito, dormía casi todo el tiempo. Su madre lo mirada con arrobo, reflejando en  sus ojos la infinita ternura que anidaba en su corazón. Por las noches lo arropaba en su cuna y tras darle un suave beso en la frente permanecía de pie mirándolo perdida en sus propios pensamientos.

          “Mamá, gracias por tus cuidados, eres tan bonita, mucho más de lo que yo sospechaba… Me gusta cuando me acaricias suavemente con las yemas de tus dedos, cuando me alimentas y me miras con tanta ternura. Por las noches no quisiera que me dejaras solito en mi cuna, pero entiendo que ya no formo parte de tu cuerpo y debo aceptarlo…  además no quiero que papá se enfade. Pero sabes lo que más me gusta mami, la música que a veces  escuchas, no sé de donde viene y también  tu voz cantando esas letras tan alegres. Cuando escucho la música o me cantas alguna nana siento como una energía extraña que recorre mi cuerpo y quisiera poder andar como lo haces tú… Después de todo… ¿Por qué yo no puedo hacerlo?, imagino que será porque soy pequeño aun, pero te prometo que cuando pueda salir de la cuna… ¡Ummm tengo sueño! Y tú ya te has ido, dormiré. Hasta mañana mamá”.

Por las estrechas callecitas de piedra del pueblo, Pedro acompañaba cada día a su madre. Era pequeño aun, apenas había cumplido cuatro años. Le gustaba su cumpleaños por que coincidía con la fiesta mayor del pueblo y eso significaba muchas actividades, concursos, música, bailes… Él pensaba que se estaba haciendo mayor y cada día se esforzaba por ayudar más a sus padres. Dentro de si iba creciendo una adoración especial por su madre, al mismo tiempo que por la música. Desde su corta edad intentaba imitar durante  las diferentes fiestas patronales lo que veía en sus mayores. La música comenzaba a ser el motor que dominaba su vida. Asistía junto a sus padres a la iglesia y le gustaba admirar el colorido de las romerías y procesiones.

Esa noche había disfrutado de una velada fascinante junto a sus padres, amigos y vecinos. La familia en pleno se habían divertido en  una gran fiesta donde no había faltado el buen vino, ni la música y ni el baile. Pedrito, como le llamaban, al igual que todos participo cantando en su media lengua una canción que su madre le había enseñado. Al principio sintió vergüenza, pero luego se animó y hasta llegó a imitar el zapateo de los mayores. Como premio recibió el aplauso de los presentes y esto lejos de cohibirlo hizo nacer en su interior una extraña fuerza que lo empujaba a seguir. Al regresar a casa, se encontraba cansado pero feliz. 

          - Madre, que bonita fiesta…

          - Y tú has actuado muy bien… ¿Qué te gustaría ser de mayor?.

          -Pues… no lo sé… Como papá… también me gustan las bulerías…

          -¡Aún es pronto para que el niño sepa que será, mujer! –intervino el padre.

          -Canta muy bien para su edad…

          -¡De eso ni hablar!, el crío tiene que trabajar y la musiquita no alimenta el estomago.

La voz cortante y seria con que pronunció las últimas palabras dio por zanjada la conversación. Recorrieron los últimos metros en total silencio, sin embargo en la mente del niño resonaban aún las palabras de su madre.

Las níveas y suaves sábanas acariciaron su suave piel. Las últimas fuerzas se rindieron y el sueño lo meció suavemente entre sus alas, mientras la noche lo arropaba con su manto. Desde lejos llegaba aún el murmullo de la música proveniente de las apacibles calles del pueblo.

          “¿Dónde estoy. Parece una ciudad moderna… ¡Es muy bonita!. ¿Dónde estará mamá?. Será mejor que me apresure a encontrarla, pronto oscurecerá. ¿Quiénes serán todas esas personas?.Voy a cruzar…  quiero  ver porque hay tanta gente reunida allí. Esto parece ser un teatro, pero es mucho más grande que el que veo en las revistas en el quiosco de don Manuel.

          -¡Ten cuidado al cruzar!

El pequeño  sorprendido giro su cabeza en busca del dueño de aquella voz, pero nada pudo ver. Por las aceras solo transitaban desconocidos apáticos que parecían no reparar en él. Era una ciudad grande, con edificios altos y coches enfebrecidos, quienes transmitían una  percepción de vitalidad y vértigo. Nada más pisar la acera intentó filtrarse entre la multitud y así acercarse a las puertas del teatro. Miró hacia un lado y hacia otro intentado explicar el motivo de la presencia de aquellas personas que esperaban pacientemente ante las puertas del local. A pocos metros de distancia, se encontraban las taquillas con un enorme cartel que anunciaban “localidades agotadas”. Era evidente que el espectáculo que se presentaba en aquella sala tenía tanta aceptación, que tras haberse vendido todas las localidades aquellas personas seguían ahí esperando. Pero… esperando…¿Qué?. El  gusanillo de la curiosidad acicateaba de tal forma su mente que estaba dispuesto a averiguar el porqué. Apoyó su pequeña nariz contra el cristal de las enormes puertas y pudo admirar a lo lejos grandes murales con las fotos de un artista. Más se encontraban demasiado lejos para poder verlos nítidamente. Se retiró y lentamente encamino sus pasos hacia la larga fila. Desde sus ciento treinta y pocos centímetros comenzó a tirar de la manga de una joven que aun no había notado su presencia.

          -Disculpe señorita –el sonido de su propia voz lo sorprendió

          -¿Qué deseas? –respondió la mujer mirándolo con curiosidad.

          -¿Puedo hacerle una pregunta?

          -¡Hazla!... ¿Puedo ayudarte en algo?¿Estás extraviado?... – interrogó la mujer mirando a su alrededor- ¿tus padres, donde se encuentran?.

El niño sorprendido ante la inesperada batería de preguntas dudó durante unos segundos. Aquellas preguntas ni siquiera se le habían ocurrido  hacérselas a sí mismo. Se encontraba allí solo, en aquella ciudad desconocida, inmensa, que amenazaba con  engullirlo sin dejar rastro de él y sin embargo no sentía temor. ¿Extraviado?... ¡pues no!. Por extraño que pudiera parecerle el lugar no le resultaba ajeno, le era muy familiar, como si antes ya hubiera caminado por esa enorme avenida. ¿Mamá…? ¿Dónde esta mamá? Tampoco tenía una respuesta a esa pregunta. Pero tampoco  sentía lejana su presencia, seguramente sería por que su madre siempre estaba en su corazón, aunque su presencia estuviera lejana, él la sentía cercana. Elevó sus enormes  ojos negros rodeados de espesas y curvadas pestañas, y sonriendo a la mujer respondió de la mejor manera que pudo para no despertar sospechas.

          -No estoy solo señorita… mi madre ha ido a esperar a mi padre y ya vendrán a  buscarme.

          -¡Vaya te ha dicho que le hagas sitio en la cola!

          -¡Si… eso ha dicho!. Pero ahí dice que no hay más localidades…

          -No te fíes de ello, nos han dicho que están en tratativas con el cantante para que haga un concierto más el sábado a la noche y aquí nos hemos quedado a la espera de su respuesta… ¡Es que si no volveremos a quedarnos sin localidades!.

          -¡Ah! Ya veo…

          -Ponte al final de la fila si no quieres que tu madre te regañe y se enfade contigo.

          -¿Mi madre?... ¡Ah, sí!. Solo una pregunta más… ¿Quién es el artista tan famoso al que espera ver actuar?

          -¿No lo sabes?... ¡por supuesto eres muy pequeño! – comento la mujer sonriendole, mientras sacudía la cabeza asintiendo.

          -¡Lo siento! –respondió el niño avergonzado bajando la mirada.

          -¡Nada!. Seguramente habrás oído a tu madre hablar mucho de él… ¡es increíble!. Es tan… ¡guapo!, no… es mucho más que eso, tiene un rostro angelical, y una belleza única, una belleza que le viene de adentro. Sus enormes ojos negros, sus arqueadas pestañas, su ensortijado cabello casi azabache y… su velludo pecho… ¡Disculpa me he dejado llevar por la fascinación que siento hacia él!¡Además seguramente tu madre canta sus canciones!.

El niño carraspeo y se movía nervioso mientras miraba atentamente a aquella joven que parecía estar hablando de alguien único y extraordinario.

          -¡Oh! ¡Lo siento!. Es que no puedo dejar de enumerar el impresionante atractivo que posee, es como un gran dios griego… ¡Es tan bello como Adonis!  ¡Eso es!, Pero lo más hermoso que tiene es su voz, es extraordinaria, es un cantante único, un artista completo, carismático… Recrea las canciones típicas de su país con donaire y salero… Baila, canta e interpreta como nadie.

          -¿Es extranjero?.

          -¡Si es español!, por eso tiene tanto éxito. En América latina descendemos casi todos de españoles desde la época de la conquista. Y hay muchísimos españoles que  han venido huyendo de la guerra y del hambre, se han afincado en nuestro país y han echado raíces. Fueron formando sus familias y hemos nacido nosotros que pertenecemos a  la primera o segunda generación.  

          -¿Español?... pero si… - el rostro del niño denotaba claramente confusión.

La  joven  interpretó su pregunta como desconocimiento por su parte, debido a su extremada juventud.

          -No te apenes… ¡Eres pequeño aún! ¿Cómo te llamas?

          -Pedro. Mi nombre es Pedro, pero me llaman Pedrito –respondió casi con orgullo.

          -¡Vaya, vaya!. Tu madre sí que debe admirar a Pedrito… ¡si hasta te ha puesto su nombre!

          -¿El nombre de quién? ¿Qué nombre?.

          -El del cantante más famoso y exitoso del momento… ¡Estamos aquí esperando largas horas para poder adquirir entradas para su recital!. Mira las luminarias, es una celebridad en toda la extensión de la palabra.

El niño elevó sus ojos y pudo leer el nombre del famoso cantante escrito con enormes letras, su rostro denotaba perplejidad, su pequeña boca se fue abriendo al mismo tiempo que sus ojos iban leyendo el cartel, Con avidez busco la mirada de la joven que lo observaba sonriente.

          -¿Te resulta familiar el nombre ahora?

          -¡Ni se imagina cuanto!... “El ángel de España”…

          -Así lo han bautizado, es que es muy carismático, tiene una simpatía y un candor extraordinario… ¡Un arte innato que ha nacido con él”

          -¡Pedrito Rico…! ¡Pedrito Rico! ¡No es posible! - repetía el niño

          -¿Qué dices?.

          -¡Nada, nada…!, solo hablaba conmigo mismo.

Aparecía perturbado, su pequeño y bello rostro denotaba sorpresa y desconcierto al mismo tiempo. Cientos de preguntas comenzaban a asaltarlo. Si antes le resultaba inexplicable el hecho de encontrarse solo en una gran ciudad, el descubrimiento que acaba de hacer resultaba más inquietante aun. Miro una vez más a su informante y busco una excusa para poder analizar la situación en solitario.

          -Gracias por su paciencia señorita, ahora debo irme… a ubicarme en la fila o mi madre se enfadara mucho… además no le gusta que hable con desconocidos… ¡ya sabe como son las madres!.

          -Ve pequeño y no permitas que nadie te quiete tu sitio. ¡Tú también eres muy guapo!.Cuando seas mayor lo serás más aún –dijo la mujer extendiendo su mano y acariciando suavemente la cabeza del pequeño.

¿Pedrito Rico?... Casualidad… Su mente intentaba ordenar los pensamientos y llegar a una conclusión, sin embargo la luz no llegaba. Camino iracundo por las concurridas calles, observando sus edificios, hasta que desembocó en una gran plaza donde se erguía orgulloso un magnífico edificio pintado de color rosa. Se detuvo un momento y busco algún referente. Cercano a la esquina se encontraba un quiosco de diarios y revistas. Se acercó distraídamente y ojeo un ejemplar. “EL CLARIN- Buenos Aires, … 1958.”

          -¡Virgen del Rocío!¿Buenos Aires?¿Que hago yo en Buenos Aires?.

Siguió mirando las diferentes portadas de los periódicos y revistas:”Cine, Radio, Actualidad” en casi todas podía ver la foto del artista que curiosamente llevaba su mismo nombre. Su rostro le resultaba vagamente familiar, era evidente que algo extraño estaba sucediendo.

          -Señor… disculpe, ¿podría decirme que es ese edificio tan grande de color rosa?.

          -¡Hombre! si no sabes eso… Es la Casa Rosada, sede del gobierno de nuestro país: Argentina..¿De dónde eres?. Pareces español… ¡Oye ven aquí, regresa! ¿Dónde están tus padres?.

Pedrito corría desandando el camino recorrido. No quería llamar la atención, ni que la policía lo cogiera por estar solo. Este descubrimiento lo hizo detenerse bruscamente. ¡Estaba solo!¿Como había llegado hasta ahí?. Todo carecía de sentido y él no lograba encontrar una explicación lógica a lo que le estaba sucediendo. Además había crecido…

De pronto todo se oscureció, la noche reinó como soberana absoluta. La luna vestida de gala iluminaba la ciudad con su mejor traje color plata. No estaba sola en el firmamento, millones de estrellas la acompañaban lanzando sus más delicados destellos en una noche clara y agradablemente cálida. Sus pasos le llevaron  frente a la entrada principal del teatro, luces multicolores, marquesinas rutilantes, brillo, glamour… Y una gran multitud intentando traspasar el umbral de las puertas acristaladas. Una fuerza superior dirigía sus pasos al interior del local. Pedrito sentía que debía entrar allí, necesitaba desentrañar el enigma de su extraña presencia en el lugar y ver a ese cantante cuyo rostro le resultaba tan familiar. Unos gritos provenientes de la multitud atrajeron su atención. El público  presente corría en masa hacia un vehículo que acababa de aparcar sobre la avenida. La figura de una mujer, seguida por la de un hombre elegantemente vestido surgieron del mismo y ambos fueron rodeados e inmovilizados inmediatamente entre una muchedumbre que amenazaba seriamente con ahogarlos. Este era el momento perfecto, que él aprovechó sin titubear para colarse en el teatro sin ser visto. Sabía que si lo pillaban estaría en aprietos, pero esto lejos de amedrentarlo lo animó. Buscó un lugar donde ocultarse sin ser visto, la sala aun estaba en penumbras, vacía. Al fondo destacaba el gran escenario con sus rojos cortinados de terciopelo. Por un momento se dejó seducir por la belleza de la arquitectura de aquella sala teatral, era un lugar mágico donde él misteriosamente se encontraba  muy a gusto. Ese sitio no le era ajeno, estaba  encantado como si se encontrara en su propia casa… Subió los cuatro escalones que se encontraban en el lateral del escenario y giró de cara a la sala. Una maravillosa sensación de bienestar inundo su joven alma e inyectó de adrenalina su cuerpo. El corazón palpitaba fuertemente dentro de su pecho, amenazando con saltar por su garganta. El espectáculo era impresionante, la cúpula se vislumbraba como una exquisita pintura realizada por algún afamado pintor. Los palcos elegantemente decorados cobraban vida y frente a si la gran platea le inyectaba una extraña energía. Tras los gruesos cortinados llegan hasta él voces ahogadas. Solo unos instantes habían sido suficientes para envenenar su sangre y su alma, sus inquietos pies intentaban marcar sobre aquellas tablas un improvisado taconeo al compás del lamento de una guitarra. Ruidos provenientes del exterior lo trajeron a la realidad. Asustado miró a ambos lados y rápidamente se escurrió dentro del escenario. Cautelosamente asomó su cabeza y pudo ver como los pesados artefactos de iluminación iban cobrando vida, lanzando destellos diamantinos y rutilantes. El espectáculo estaba a punto de comenzar, solo faltaba el artista. La sala estaba repleta, los palcos lanzaban cegadores destellos y un murmullo generalizado, matizado con risas difícilmente contenidas, dominaba la algarabía de la noche. De pronto las luces se apagaron, los focos se dirigieron hacia el escenario, el silencio reinó expectante. Una música inconfundiblemente española dejó oír sus alegres notas. Tras el cortinado hizo su aparición la figura de un irreprochable presentador.

          -”Buenas noches señores y señoras…”

Tras dar la bienvenida al público dio lugar a la presentación de quien sería la estrella indiscutida de la noche. El chiquillo sorprendido percibió como una fuerza superior lo transportaba hacia el centro del escenario. En una escasa fracción de segundo se vio de cara al público, observando la expectación y devoción de todos los presentes que lo aplaudían sin cesar. Ataviado con un traje de luces, camisa con volantes y capo de torero, entre castañuelas y ¡Olé,olé! hizo su aparición la estrella. La música hechizó la sala y embriagó la noche entre los sones incomparables de la mágica y alegre música española. Las estrofas de “Viva España”, “La morena de mi copla”. “Campanera”, “Noche de Bodas”, “María de la O”, “Cielo Andaluz”, “Elda de mi corazón”… fueron surgiendo de la privilegiada garganta de un hombre fuerte, grácil y bello como una escultura en bronce. Con palmas, baile y mucho garbo iba interpretando magistralmente cada nota. Deslumbrando a los presentes con la gracia y el salero puramente español  como únicamente él sabía hacerlo. El público eufórico no cesaba de aplaudir y aclamar al “Ángel de España”. Embriagado por la aprobación del público y por sus reiteradas muestras de cariño, el artista daba todo de sí en cada interpretación. La despedida se prolongo mas allá de lo esperado, nadie quería abandonar su butaca y él mismo se entregaba entero en cada interpretación. Una lluvia de rojos claveles sobre el escenario dio por finalizado el espectáculo. El sortilegio llegaba a su fin. Las luces fueron extinguiendo su fulgor y la sala fue desalojándose lentamente. Las gruesas puertas de roble, tapizadas en finas sedas fueron  ahogando el bullicio de   un público satisfecho y eufórico que había vibrado con la actuación de su ídolo indiscutido. Sin embargo el repiqueteo de bulerías, las palmas y el taconeo de un solo de sevillana aún parecía danzar en la mente del pequeño. Con los ojos fuertemente cerrados vibraba con el estruendo ardiente de los aplausos.”

          -¡Pedro, hijo…! ¡Despierta!... ¡Estás soñando… tienes una pesadilla!

          -¿Qué?... ¿Dónde estoy…?

          -¡Es que has despertado a toda la casa con tu jaleo nocturno! ¡Estabas soñando!

          -¿Soñando?... ¡Solo era un sueño!... ¿Sabes madre…? Era un bello sueño…

          -¿Si?, pues me alegro hijo…

          -Ahora sé lo que quiero ser cuando sea grande.

          -¿Y qué serás?, si puede saberse –interrogó Carmen sonriéndole con esa infinita dulzura que su alma y su cuerpo despedía cada vez que miraba a su hijo.

          -Seré un cantante muy famoso… ¡Ya lo verás madre! ¡Seré Pedrito Rico y me llamarán “El ángel de España”.

Carmen abrazó fuertemente a su hijo y sonrió emocionada. Su corazón de madre predecía que estaba llamado a ser uno de los grandes de la canción española. Seguramente debería luchar contra viento y marea, pero estaba segura que su hijo ganaría esa batall

 UN BELLO SUEÑO
bottom of page